Los Oscar son una alfombra roja que permite mucha menos flexibilidad en su protocolo que cualquier otra como pueden ser los Globos de Oro, y tal vez sea por eso tan difícil arriesgar de la manera correcta, lo que paulatinamente está contribuyendo a ese conservadurismo a la hora de escoger que ponerse para los Oscar y que yo tantas ganas tengo de ver erradicado.
Y por eso mismo, la aparición de Scarlett Johansson en esta alfombra roja ha quedado un poco deslucida, ya que este mismo look en una premiere habría tenido un impacto mucho mayor que le haría la justicia que se merece, mientras que aquí queda un poco fuera de lugar.
El diseño se ajustaba, como no, a la figura de Scarlett como una segunda piel en un precioso verde esmeralda que fue sin duda uno de los colores más luminosos e intensos de la noche, donde los tonos claros y nude reinaron sobre las apuestas realmente llamativas como lo es la de Scarlett.
Sin embargo, el vestido no sería nada sin por supuesto el collar de cristales de Swarovski, que le aporta ese toque de espectacularidad que necesitaba para crear el impacto que finalmente desprende el look de la actriz.
Me gustó especialmente lo bien que le sienta su nuevo corte de pelo tanto a ella como a su vestido. Un corte de pelo mucho más punk de lo que jamás habría esperado de la actriz, al que por supuesto le aporta la fuerza suficiente como para sacarlo más que adelante, así como lo bien que queda con el vestido.
Finalmente, la actriz escogió unas piezas de Piaget que en un principio me parecieron demasiadas dada la profusa decoración del cuello, pero que creo que en la imagen en conjunto no terminan de desentonar y desde luego si había alguien que pudiera hacerlas funcionar, esa era Scarlett.
Y aunque no estuviera entre mis favoritas, sin duda alguna, la fuerza que desprendieron Scarlett y su diseño fueron una imagen clave de esta edición de los Oscar.
Imágenes: Zimbio
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